¿Bailamos?

Directo a la ducha. El agua le recorría el cuerpo mientras la espuma jabonosa circundaba los volúmenes de su figura. No dejaba de pensar por qué a él, que era tan conservador y rutinario, se le había ocurrido hacerle esa invitación. En silencio ocultó que la idea la ponía nerviosa pero le fascinaba. Salió de la ducha. El reloj marcaba las 9:37 minutos. Queda poco tiempo. Abrió el armario y lamentó no haber comprado aquel hermoso vestido verde oliva que le había gustado en una tienda un mes antes, hubiese sido perfecto. ¿Pantalón? No ¿Falda? ehhh no ¿Con cuello? Noooo. Revisó y revisó hasta que algo encontró.

Aquel fabuloso vestido negro a media pierna apareció como auxilio celestial dentro del clóset. El negro, además de favorecerle, le quedaba muy bien. Humectó cada centímetro de su piel (lo que el vestido dejaba ver y lo que no). Ella sabía cuanto le fascina a él la suavidad de su piel. Lociones neutras, perfumes cítricos y el aroma era perfecto. ¿Medias de naylon? -Incómodo pero chic -pensó. No usaba una de esas cosas desde que tenía 6 años. Había perdido la práctica. 27 minutos y medio le tomó colocárselas de tal manera que las pretensiosas medias quedaran ilesas. Listo. Secó su cabello, aplacado por el equilibrio homornal de su ciclo mensual. Maquilló sus ojos con un difuminado intenso, tornó de rosa sus mejillas y le dio el color del vino a sus labios (ella que nunca se pintaba la boca, esa noche lo intentó). Las manos estaban impecables, afortunadamente (para ella y sus medias) se había hecho la manicura.

10:39 marcó el reloj. -Dios, él odia mi impuntualidad, pero bueno valdrá la pena -se aseguró, como excusa para su inminente retraso. Se colocó los zapatos de tacón cortito (pensando en no verse más grande que él). Tomó su sobre turquesa y salió. Tuvo que regresarse de carrera, no tenía zarcillos (imperdonable error). Las perlas, sí las perlas. Las tomó y se marchó. El estómago le temblaba, ella estaba nerviosa, como si de la primera cita se tratara.

11:26 minutos. Llegó. Chequeó sus labios y cabello en el espejo retrovisor. Se mostró divina y con esa altivez que tenía caminó. Allí estaba él, con la aparente sobriedad que le caracteriza, con un impecable pantalón negro y una camisa verde oliva (del color exacto de aquel vestido). Afortunadamente no me lo compré -pensó.

Él la vio bajar las escaleras. Atrapó la sonrisa complacida entre los labios. Ella se acercó.
-Nunca puedes llegar a tiempo -sentenció.
-Son solo 26 minutos tarde.
-Pero tarde al fin.
Ella siguió caminando mientras pensaba que él no pronunció palabra alguna respecto a como se veía. Se molestó (y se sintió secretamente ridícula por sus labios pintados) pero con dignidad siguió caminando. Dieron 20 pasos y se plantaron frente al ansiado local. La música le movía los pies antes de entrar, su cuerpo ya bailaba con los ritmos y el estómago, cual gelatina, temblaba con los nervios de aquella salida. No habían pronunciado más palabras que ese cordial saludo y la noche era aún muy joven.
-Tarde. Siempre tarde, pero valió la pena. Estás hermosa, me encanta como luces.
Ella sonrió. La seguridad le volvió al cuerpo y le preguntó.
-¿Y esta salida?
-¿Qué pasa con ella?
-No sé, tú nunca me habías invitado a bailar.
-Hay demasiadas cosas que no había hecho nunca.
-Explícame...
-Yo nunca había cometido tantos errores. Hoy sé que no quiero volver a perderte, que te voy a recuperar. Para enmendar un daño que jamás había hecho tengo que inventarme cosas que no habría hecho nunca y esta es mi primera propuesta. ¿Aceptas la tregua y me dejas amarte entre notas y acordes?
Ella sonrió pero hizo silencio.

Entraron. Aquella canción que tanto les gustaba comenzó a sonar. Sus miradas se encontraron y él se le acercó suavemente.
-¿Bailamos?, le dijo rozándole la oreja.
Ella extendió su mano y dejó que él la tomara por la cintura. Sus cuerpos se acoplaron en perfecto movimiento, nadie habría pensado que en sus inicios jamás habrían podido bailar juntos. Sus miradas se conectaron.Bailaban, él la observaba con detenimiento y ella le cantaba. Bailaron infinitas canciones, la gente alrededor se sentaba mientras ellos se mantenían intactos en medio de la pista. El la apretó contra su pecho y le besó en la frente al tiempo que tomaba su mentón para verle el rostro.

-¿No te vayas sí? No te vayas nunca, por favor.
Ella bajó la mirada y dejó de cantar. Él volvió a hablarle.
-Yo te amo, te amo como nunca lo he hecho antes. Te amo desde la primera vez que te lo dije. Te amo a ti y tus imperfecciones. Amo la suavidad de tu piel, amo tu inteligencia, amo como se mueve cada centímetro de tu cuerpo. Te amo completa, te amo a ti... ¿Acaso no lo entiendes?

Ella hizo silencio y le abrazó más fuerte. Se aferró a su cuello y se le acercó al oído.
-Tienes la obligación de hacer lo que no haces nunca, pero esta vez no tienes derecho a hacerme daño. Yo no te estoy exigiendo nada, tú sabes que sigues actuando como un egoísta y que aún cometes los mismos errores. Esta vez yo no estoy para decirte en qué te equivocas, tú lo sabes. Sólo quiero que sepas que cuando vuelvas a caer por las mismas causas, no estaré ahí otra vez para ayudarte a levantar. Cargo mi propio peso a cuestas y definitivamente me niego a tener que llevar también el tuyo, por segunda vez. Y sí te amo, yo también te amo. Precisamente por eso te pido que no rompas este momento. Hagamos silencio por el resto de la noche y no dejes de mirarme con esos ojos que sólo yo reconozco. Volvamos a hablar a través de la mirada, en silencio.
-Está bien, te lo prometo. Yo quiero.... Ella le colocó sus dedos entre los labios, lo hizo callar de inmediato.
-¿Te parece si sólo bailamos?

Read more...