Me gustas!

“Estás enamoradita vale”, me dice él con su tono impertinente y su risa burlona cada vez que quiere  recordarme que tiene en sus labios el poder de develar ese secreto de “lo nuestro”. Ese que te he obligado a guardar durante casi cuatro meses por asuntos relacionados con lo “políticamente correcto”  y el qué dirán.

Aunque no sabes de eso que dice él, estoy segura de que te sentirías complacido con que sus designios fuesen verdad. Y lamento decepcionarte. Yo no estoy enamorada de ti, eso de amar con todo lo que implica (y lo que duele) se lo he dejado al tiempo y definitivamente no estoy en carrera.

Pero espera, no bajes la mirada ni me hagas un puchero. Escúchame, pretende que en vez de leerme, me sientes hablándote bajito al oído, como me gusta hacerlo para erizarte la piel. No te amo y no diré que juego a amarte para hacerte sonreír. Pero tú me gustas, aun con tus palabras mal dichas y tus ocurrencias, me gustas.

Me gustas porque me dejas ser aunque yo a veces no te deje, porque me cuidas, porque me enseñas, porque eres toda una “súper producción”, porque cada vez con menos dificultad entiendes que no necesitas impresionarme para mantenerme allí, porque en vez de agobiarte con mis miedos has aprendido a sobrellevarlos.

Me gustas porque miras a los ojos, porque el pecho se te infla cuando dices que estás orgulloso de tenerme y le juras al mundo que conseguiste a la mujer más bonita (incluso en los peores días), porque dejaste que te prohibiera regalarme flores sin rechistar, porque no te pesa (como a veces me pesa a mí) esta historia que cada vez se llena más de primeras personas en plural e intenta sacarme de esa zona segura en la que se me ha convertido el singular. 

Tú me gustas sobre todo porque, entre mis trabas, quejas y peros por eso que te sobra y por aquello que te falta, he vuelto a sonreirle a una mirada cómplice y he vuelto a sonrojarme con los gestos de quien me desea el cuerpo, el cuello y la boca.

Tú me gustas aunque esconda mi risa detrás de la molestia fingida que me provocas cada vez que esgrimes un argumento de la Ley de parejas, ese invento con el que justificas todas las cosas que haces por mí.

Me gustas aunque estoy segura de que no eres EL hombre de mis sueños. 
Pero sabes qué, no quiero pensar en eso. Solo deseo que sigas siendo ese que todos los días se ocupa de hacerme reír con carcajadas que vienen desde la panza. A cambio te ofrezco mi cariño honesto y mi risa también, que a fin de cuentas termina siendo tuya.

Y es que tú me gustas…
Me gustas.

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