Me causa cierta gracia ver que si me muerdo los labios me convierto en tu deseo más perfecto. Si me peino de lado fantaseas con cómo hacerme cometer el sinfín de travesuras que supones sé hacer. Si te hablo al oído imaginas mi lengua circunferenciando alguna parte noble de tu cuerpo. Si me suelto el cabello, tu cabeza se desboca imaginando insólitas batallas de jinetes enloquecidos... Eso no está bien, ¿o sí?
He diagnosticado que estás enfermo.
Sí, totalmente enfermo.
Tienes ese virus infecto-contagioso que te hace desearme con total desenfreno.
No digo que eso esté mal. "Que está muy bien" me diría alguna amiga deseosa de que rompa este pseudo celibato autoimpuesto.
Y sí chico, que está muy bien. Sobretodo por el poder que me da.
Siento que tengo en mis manos (o en cualquier parte del cuerpo, depende de cómo se vea), la cura de esa psicopatología clínica de procedencia indeterminada que habita en tu mente.
Quizás quiera curarte, quizás no.
Quizás quiera tocarte, quizás no.
Quizás lo que estoy evitando es entrar en estas relaciones que nacen de deseos incontrolables y luego se convierten en dependencias absolutas
...o no...
...
Quizá no estás dispuesta a asumir las consecuencias de la última opción
...
¡Y qué cobarde chica!
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