Seis!
Seis meses es así como decir medio año.
Igualito.
Y es eso, medio año lo que llevo contigo, mirándote a los ojos, dejándote mirarme, mimarme y amarme.
Qué amor tan loco y desenfrenado el tuyo chico. Con razón esperaste tantos años.
Esperaste que se me curara el alma, que te quisiera y deseara todo lo que, sin conocerme, me quisiste y deseaste desde aquel momento en el que me viste tongoneando el culo cuando iba camino a sacar unas copias.
Es gracioso, extremo y loco todo lo que hemos pasado en este tiempo.
Es también raro, profundo e ilógico.
Irracional y peligroso, eso también.
Es tanto en tan poco tiempo que me aterroriza pensar que algún día, fuera del chistecito de siempre, se me ocurra tomarte la palabra de aventurarme a que me lleves el desayuno todos los días a la cama. Y con las ganas que tienes de mostrarme lo bien que cocinas y planchas; de que te acompañe a buscar los nuevos muebles y la mesita de centro; de que la cartera nunca más amanezca en el piso sino en el perchero que seguro quieres tener cerca de la cama.
Tú tan pendiente, entregado y contento... Con todas tus ganas de mantenerme sonriendo, con todo ese empeño que tienes en que seamos felices...
No te equivocas cada vez que dices que te miro distinto. Y es que mientras más tiempo pasa a mí me invade un miedo terrible de que un día no pueda controlar esas ganas de besarte en la boca, la necesidad de mirarte a los ojos, de amanecer apretadita en tu pecho y tú tan aferradito a mis manos.
Cómo no celebrarnos la gracia, si nunca creímos que sobrepasaríamos las 72 horas.
Con todo lo que tienes/tengo; con todo lo que te/me falta...
Feliz sexto mes.