—Hey! Levanta la cabeza —dijo.
—Mírame, ya estoy aquí, ya llegué. ¡Anyi, estoy aquí!
Ella no pudo mirar. Aunque esa voz le diera paz, no pudo mirar.
—¿Qué tienes? Ven,dime... yo quiero escucharte.
—Hoy no tengo, no tengo nada. Y te juro que no quieres escucharme -dijo ella con los ojos vidriosos de tanto llorar.
—Claro que sí, tú sabes cuanto me gusta escuchar tu voz
—Y tus pensamientos -volvió a decir.
—¿Valen algo mis pensamientos?
—¿Tú qué crees?
—No lo sé.
—Vamos, no comiences. Tú lo sabes, sabes mucho. Por eso es que siempre quiero escucharte, y no esperé más para venir a verte.
—Ahorita no querrás escucharme, ya no sé ni pronunciar palabras sin llenarme de lágrimas. Ya no sé conversar... así corrido. Parezco boba, indómitamente boba.
—Hermosamente boba... loquísimamente boba es lo que eres tú muchachita. Pero sí estás hablando, sigue...Lo estás haciendo y me parece maravilloso
—Pero si no te estoy diciendo nada
—Sí lo haces, tú con poquitas palabras siempre me dices todo. Dime más. Déjame escucharte ¿sí?
Ella levantó el rostro y le miró profundamente. Al mismo tiempo, aquella voz se transformó en manos. Unas que se acercaron tímidamente a su rostro para secarle una lágrima.
—Ven, siéntate aquí. Háblame, ¿qué tienes?
—Tú sabes qué tengo.
—Dímelo
—Un nudito -titubeó- un gran nudo en el pecho. Tengo desdicha, tengo decepción, tengo rabia y... Nada, ya no tengo nada.
— ¿Y yo? ¿No me tienes a mí?
—Sí, pero a ti siempre te tengo. Tú así en silencio, unas veces más que otras siempre estás
—¿Y entonces, no soy nada?
—Sí, pero eres tú... tú no puedes entenderme.
—¿Nunca lo he hecho?
—Casi nunca
—Hoy quiero hacerlo, ¿me dejas?
—Yo no tengo tiempo para explicarte cosas, no ahorita. Ese tiempo contigo ya pasó
—Ese tiempo conmigo apenas comienza, porque jamás te lo has tomado. No me expliques nada, yo nunca te pido explicaciones. Tú lo sabes, sólo cuéntame.
—Tengo escepticismo por lo que antes me fascinaba, tengo un montón de recuerdos cortados en pedacitos en el corazón, que no sé si todavía está entero.
Otra vez sus manos se acercaron a su cuerpo. Esta vez tocó el lado izquierdo de su pecho.
—Toca ven -dijo arrastrando la mano de ella hasta la suya- Toca y dime que sientes.
—Tu mano
—¿Y debajo de ella?
—Mi pecho
—¿Y qué más? Dime... ¿qué más?
—Un corazón que late
—¿Sólo late?
—¿Qué más se te ocurre que hace? -replicó ella mirándole como si le estuviesen preguntando una idiotez
—Que late para que vivas. No para que sobrevivas. Es que sabes Anyi, nosotros aprendemos a sobrevivir, nunca a vivir. Y tú eres una de esas personas con anhelos de vivir pero no lo haces. Te empeñas en seguir sobreviviendo.
—Es que...
Su voz la interrumpió
—Es que tienes demasiados planes bonitos como para no estar haciendo uno de ellos. Es que tienes la edad perfecta, en la que no se teme a los riesgos. Es que tienes unas manos que son cielo e infierno al mismo tiempo, tienes una mente con una capacidad impresionante para racionalizar las cosas sin dejar que el corazón deje de sentir... Tienes, tú tienes todo lo que se necesita para vivir.
—¿Y si tengo tanto porque no estoy viviendo?
—Porque decidiste que fuese así. Todas esas cosas están guardadas, tú sabes donde. Yo también lo sé. Es hora de sacarlas, de ponerlas de nuevo en pie
—¿Cómo?... dime cómo.
—No puedo decírtelo yo. Pero si de mi se tratara sólo piensa en lo que me gusta escuchar tu voz cuando me dices buenos días por las mañanas mientras te sonríes mirando al espejo, en lo desafinadamente armónico que cantas cuando estás contenta.
Ella bajó el rostro, soltó una sonrisa, y hasta se sonrojó
—Mira, mira...mira cómo lo haces. Así, así de sencillo. Así es como se vive. Piensa en cuando hablas sola y lo bonito que se te ve (aunque nunca te des cuenta de cuando te estoy mirando), cuando te ríes de ti, cuando lloras contigo. Piensa en cuando planeas vivir la vida de una manera y haz algo para que una parte de eso ocurra. Piensa en cuando caminas y no dejas de analizar cada una de las cosas que te rodean. Piensa en cuando te crees Superman y sientes que puedes cambiar el mundo, y aunque no puedas hacerlo aporta un granito de arena para que sea menos imposible. ¿No te das cuenta, Anyi? No todos hacemos esas cosas, sólo pocos, y tú eres uno de ellos.
—Sí, pero siempre pienso y no hago nada. Sigo igual.
—Ese es el reto ahora. Hacer. Tienes que hacer que la sonrisa te dure más de 10 segundos, tienes que volver a reírte fuerte, hasta que te duela el estómago, aunque te miren como si estuvieses loca. Ojo, que ya lo estás, pero de forma bonita.
—Sí lo estoy, no sé si tan bonita.
—Sí es bonita, es locura original -le dijo riéndose-. Tienes que dejar de llorar con arrepentimiento y aprender a hacerlo con el disfrute de cada una de tus lágrimas. Llora sin pretender que no te ven, pero llora hasta que las lágrimas se hagan rocío y los ojos queden claritos. Llora tu sufrimiento pero llora bonito. Llora aquí, que yo te abrazo suavecito.
Sus ojos se llenaron de agua salada, pero no salió una lágrima.
—¿Me abrazas?
—¡Claro!
Ella se lanzó sobre sus brazos, y recibió el más fuerte abrazo...Respiró profundo mientras que los brazos de ese ser se tomaban de su cintura.
—Necesitaba esto.
—No lo necesitabas. Dejemos de convertirnos en necesidades.
—Quería esto
—Yo también. Por intempestiva voluntad vine a verte, porque se que te estás consumiendo en una mechita, y tú tienes más luz para brillar. ¿No recuerdas que tu brillas Anyi?
—¿Sí?
—Sí, cada vez que sonríes, cada vez que hablas, cada ves que mueres de pena, cada vez que haces el ridículo sin que te dé vergüenza, cada vez que eres auténtica.
—¿Lo soy?
—Sí lo eres. No te lo has dicho lo suficiente, pero tú y yo lo sabemos. Lo eres. Eres divinamente auténtica, sorprendentemente inteligente, humilde y sobre todo sensible.
—Demasiado creo yo...
—Yo no dije llorona, dije sensible... Tienes un tacto especial por las cosas, tienes un enfoque distinto, tienes el apego a flor de piel y la nobleza en las venas.
—Y lo ingenuo también.
—Sí, eres deliciosamente ingenua y eso me encanta.
—A mí no.
—Es que no sabes qué significa esa palabra. La ingenuidad Anyi, no es preveer todo lo que pueda pasar, la ingenuidad es creer ciegamente sin que eso represente sacrificio, es tomarse de la mano con los sueños, es derramarse a las ilusiones. Eso es lo que nos hace grandes Anyi, nuestros sueños, nuestras pasiones.
—Yo ahorita siento que me robaron los sueños y las pasiones, yo ahorita siento que no tengo ilusiones.
—No te las robaron, las secuestraron y fuiste tú. Tú eres secuestrador y rehen a la vez.
—¿Y cómo hago?
—Libérate, libérate. Eso sí, no esperes recompensas. Libérate por voluntad propia, libérate porque ya no aguantas los nudos en tus muñecas. Sin recompensas, por el mérito mismo de ser libre
Ella le miró directamente a los ojos, mientras le asentía con la cabeza.
—Sin recompensas -dijo ella.
—Sí, sin recompensas. Así, libérate y otra vez hazte inmensa. Libérate y despierta tus sueños. Levanta tus ilusiones y muestráte, muéstrate bella. Más bella que nunca, inteligentísima y segura. Segurísima de ti, segurísima. Y sobre todo vive, deja ya de sobrevivir.
Ella rió, esta vez a carcajadas. Le miró, le abrazó fuertemente, una y otra vez le abrazó...
—Gracias -le dijo.
—Gracias a ti...
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