El acuerdo
Porque la cabeza ya no estaba en su lugar, las manos no se mantenían quietas en un intento de autocontrol, la mente meditaba desesperada, el cuerpo cansado más se agitaba, la boca sedienta de amor, de ternura y de besos ya ni eso encontró.
El síndrome de la mujer acostumbrada, entregada al sentir del abrazo oportuno, de la sonrisa certera, de la mirada perfecta, del beso en el cuello, del roce de unos dedos. Pero estaba agotado el cuerpo, estaba moribunda la mente de tanto pensar sin pronunciar palabra.
Opté por mí, no sé si para bien o para mal, pero por mí, por la serenidad, por el espacio, por el tenerte si se quiere, y el no tenerte si no estás.
Después de tanto pensarlo conseguí la solución: el mutuo acuerdo se llamó.
El mutuo acuerdo, voluntariamente expreso. El acuerdo en el que una parte no funciona a expensas de la otra, sino que lo hacen a costas de las dos.
...
Sí, el mutuo y voluntario acuerdo funciona (me dije)
...
Pero quizás no sea la solución (me respondí)
...
Mientras, el mutuo acuerdo es de los dos.
El mutuo y voluntario acuerdo, así se llama, así se nombró, así funciona, así quedó.
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